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Esmaltado y reparación de bañeras y platos de ducha. Esmaltado de azulejos Aplicación de cordón sanitario

jueves, 27 de marzo de 2008

ESTADO DE SITIO


ESTADO DE SITIO

Un manto de niebla cae en la ciudad. Las farolas marcan la dirección del camino con un haz de luz descubierto por la densidad de la atmósfera, mientras los rótulos de neón muestran una imagen borrosa que apenas se refleja en la chapa húmeda de los coches aparcados enfrente. Últimamente cada noche cae este manto de niebla en la costa dando un aire fantasmal a las calles que evocan las del Londres de Jack el Destripador, volviendo el aire translúcido y las calles silenciosas, desiertas, ni siquiera un coche circulando o un transeúnte tirando la basura, nadie aparte de mí. Cruzo la calle oyendo solo mis pasos y el roce de la ropa al andar, suena la campana del reloj del ayuntamiento y me paro con ella. Diez campanadas. El silencio vuelve a reinar la calle mientras el manto de niebla se vuelve más y más espeso. Me acuerdo de la cita y miro el reloj sabiendo de antemano que ya es tarde, corroborando las campanadas, sabiendo el peligro que entrañan esas horas últimamente, pero en el fondo no importa. De hecho ya nada importa desde hace quince días, cuando la esperanza todavía duraba y las familias se ocupaban de llevar su rutinaria vida por el sendero del tiempo aspirando a ver pasar los años y cumplir algunos sueños austeros, cuando no se conocía otro camino que no fuese la paz y la estabilidad social, ni había miedo por los francotiradores que pudiera haber acechando desde los terrados o los atentados en los soportales del casco histórico en horas de mercado, antes del toque de queda y la desaparición de algunos vecinos.
Primero fue el desorden en las calles, el saqueo de comercios y el enfrentamiento a las fuerzas de seguridad. En el momento de la gran inflación, el sueldo de un mes no daba ni para la barra de pan de un día. Luego dejamos casi todos gradualmente nuestros puestos de trabajo, los peones de obra, los operarios de fábricas, los dependientes, empleados de banca…
Los funcionarios y militares resistieron –y aún resisten- al comenzar a recibir víveres y ayudas en especies, protegidos para que el sistema siguiera funcionando.
Luego devino la ley marcial, impuesta por un gobierno democrático desbocado que trataba evitar los saqueos nocturnos. No tardaron en llegar los perturbados que, ante la impunidad de la ley marcial y la falta de efectividad represora pernoctaban con armas de caza mayor en los terrados de los edificios disparando a todo lo que se moviese.
Cuando llegó la ayuda internacional, vino acompañada con militares de numerosos países que aparentemente colaboraban con las fuerzas del orden de aquí, aunque realmente se dedicasen a saquear casas, tiendas, asesinar y violar familias enteras y grabar en video escenas dantescas. La prensa no llega, nadie sabe realmente la verdad, el perímetro censurado es sobradamente amplio y nadie se atreve a traspasarlo. Dicen que pronto habrá elecciones generales para instaurar un nuevo gobierno, que la paz llegará y las penurias se despejarán con ella como la niebla por la mañana. Llego a la autovía, al fondo hay luces, era de esperar.
He visto furgones cargados de ciudadanos, vecinos devorando carne humana en medio de la calle, hombres, mujeres y niños derribados por proyectiles de francotiradores perturbados, he olido el olor de la pólvora y el de la carne humana, oído gritos de madres viendo caer derribados a sus hijos que iban de la mano, llantos detrás de las paredes del polideportivo transformado en prisión, he notado el sabor amargo de la adrenalina, tocado un miembro amputado, frío y sucio, mordido por los perros, perdido bajo los soportales del mercado…
Hay niebla, Las farolas marcan la dirección del camino con un haz de luz descubierto por la densidad de la atmósfera, los focos que delimitan la zona censurada me iluminan. saco la pistola que encontré esta mañana mientras sigo caminando e impasible oigo gritos que me detenga y suelte el arma. Sé que me quedan segundos de vida. Alzo la mano, disparo al aire e inmediatamente caigo al suelo. No sabía que el proyectil llegaba al cuerpo antes que el sonido…

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